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La sociedad da por un hecho que la globalización es un factor de estrechamiento del planeta. En otras palabras, el mundo se ha achicado y con ello la internacionalización se comprende como un factor de homogeneidad. Estas afirmaciones, circunstanciales, en parte encierran verdades; sin embargo, hay que cuestionarlas pues sus resultados bien podrían dar pie a que se perdiera la hegemonía y todo parece indicar que el único cambio radica en quien, o a quienes, se trasladan los poderes. La globalización, en determinadas áreas, y una de ellas podría ser la laboral, pretende uniformar condiciones, que en este caso serían las condiciones de trabajo aunque no siempre en el tenor del mayor beneficio y desde otros puntos de vista, como son los económicos, parecería que se da un distanciamiento de cierta dimensión con la creación de enormes empresas transnacionales, auténticos emporios de poder, y que con el enfoque sociológico tal distanciamiento se fabrica con fuerza entre los seres humanos cada vez más alejados entre sí por la lucha y la competencia, entre otras, por los empleos y por la obtención de satisfactores decentes. De cierta forma, como manifestación del neoliberalismo y del avance tecnológico, algunos servicios se han deshumanizado. Las novedades tienen un gran atractivo desde el punto sociológico y desde luego económico; su incursión es tan poderosa que han conseguido infiltrarse entre culturas de corte muy tradicional como lo son la china y la japonesa. El desarrollo vertiginoso parece haber impedido la reflexión sobre otros fenómenos sociológicos que se van desarrollando en detrimento de la unidad entre los seres humanos, como es el caso de la cohesión social. El avance de las tecnologías y todo lo que ello implica genera, o por lo menos supone expectativas de comodidad y productividad. Paralelamente se generan distancias entre los trabajadores y entre estos y sus empleadores, los que cada vez se identifican más por sus nombres comerciales y relegan los nombres de las personas físicas, que a la vez van dejando de ser, van perdiendo también toda vez que la importancia se traslada a la fusión de sus capitales con los que dominan los mercados en general, incluido el laboral. Se dice todavía más:"( ... ) la globalización parece debilitar la capacidad de cada país de controlar su propio destino, y las decisiones importantes se toman cada vez más a niveles superiores, a nivel global. La influencia de los gobiernos nacionales se ve reducida( ... )". Nada asombraría la evolución que ahora presenciamos si los índices de igualdad rigieran en las sociedades. Para sorpresa de la humanidad, esto ocurre de manera distinta y la globalización ha proyectado impactos negativos sobre la justicia social lo que de cierta manera debe llevar a considerar que se va desenvolviendo "una nueva cuestión social" que exige comprensión y reflexión. Para este artículo, que es muy breve, he dedicado algunas reflexiones con la intención de compartir las inquietudes e invitar a buscar y plantear soluciones viables para los pueblos de Latinoamérica que hoy por hoy continúan involucrados, a veces más y a veces menos, en "guerrillas'; desajustes sociales, corrupción, deuda pública, desempleo, seguridad social limitada y otros fenómenos que impiden que los trabajadores, que son en realidad las masas de población, vivan decentemente, si se toma en cuenta el significado que la OIT da al "trabajo decente': Comparto la preocupación de varios estudiosos y analistas que reflexionan sobre el debilitamiento de la clase trabajadora, sobre todo en los países en desarrollo y una posible demostración de ello es la baja de la tasa de sindicalización a escala mundial. |