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Con esta obra Alejandra Ibarra confirma que con la muerte de estos también activistas y defensores de los ciudadanos la libertad de expresión sufre una de las mayores vejaciones. México es uno de los lugares más peligrosos en el mundo para ejercer el periodismo. En nuestro país, a muchos periodistas ocupados en la cobertura de temas locales se les hostiga, amedrenta y asesina por tomar postura sobre las injusticias que revelan, por señalar el abuso del poder y por dar voz a las inquietudes de su comunidad. Alejandra Ibarra expone en este libro una verdad trágica que llena de dolor e indignación: a numerosos comunicadores en México no se les mata por censura, sino como una forma de castigo por incursionar en la participación política, por señalar la impunidad y corruptelas de funcionarios, alcaldes o aspirantes a gobernadores, por invitar a los ciudadanos a tomar conciencia de los engaños de funcionarios públicos y de las atrocidades del crimen organizado. Y son estos periodistas, que no tienen la atención de los grandes medios de comunicación, a quienes nadie defiende ni se solidariza con su causa, quienes dan su vida por una sociedad mejor. El libro habla de mujeres que son emboscadas por expresar sus opiniones en radios comunitarias o ejecutadas por denunciar abusos de empresas; de reporteros que con sus propios medios y en diversas plataformas, que van del megáfono a Facebook, alertan de malos manejos de funcionarios o de alcaldesas cegadas por el poder; de periodistas que expusieron las acciones del narco o las trampas de grupos políticos y todos, sin excepción, fueron liquidados por denunciar y exigir la justa rendición de cuentas. |