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Un viaje de crecimiento a través de los ojos de Inés, una niña de seis años en la Colombia de finales del siglo XX.'Era Inés planta ornamental. Inés mascota. Inés animal de porcelana, perdida entre los infinitos rincones de la casa y sus silencios'. Inés tiene seis años, ha perdido los dientes y le teme al fin del mundo más que a nada. Una mañana estalla una bomba y en medio del caos encuentra a María, una niña con la que finalmente puede compartir el universo adulto en el que vive. Pero el principio del fin es inminente: pronto celebrará su séptimo cumpleaños y su vida está rota. La crítica ha dicho:'Para mostrar la vida desolada de Inés, esa niñita de seis años que mide el tiempo por cada uno de los dientes que va perdiendo, Gloria Susana Esquivel acude a recrear una mirada: la hiperbólica, fragmentada, fabuladora, que sólo se tiene en la infancia, irrecuperable; y un lenguaje: metafórico, profuso, deliberadamente artificioso, que salva a Animales del fin del mundo de caer en un naturalismo ingenuo o un aburrido realismo. Lo que va emergiendo es una grieta dolorosa, la que separa el mundo egoísta, triste, a menudo fracasado o patético, de los adultos, del corazón anhelante de amor de un ser humano que va perdiendo, dolorosamente y para siempre, la piel de la inocencia'. Piedad Bonnett'La pequeña Inés vive con su madre y sus abuelos, temerosa de que el fin del mundo llegue en cualquier momento e irrumpa en la casa desde el exterior: con un meteorito, con el congelamiento del Sol. Ese miedo va desapareciendo mientras la niña aprende que el fin del mundo es permanente y que lo provocan una y otra vez quienes la aman: los adultos que, al verla jugar, no entienden que ahí, en esos juegos, ella está creando, fundando un mundo propio que la resguarde -y los salve a todos- de la extinción. De la mano de Inés, el lector recuerda que la revelación del mundo llega con la revelación de la tristeza. Pero en Animales del fin del mundo, esa tristeza se resignifica con el descubrimiento del lenguaje, que crece y florece de manera incesante a lo largo de las páginas. Una novela tan ocurrente como conmovedora, tan divertida y seria como los juegos de la infancia'. Giuseppe Caputo |