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Al terminar el siglo xix, la casi totalidad del territorio chileno había sido incorporada a la vida nacional. Sólo la región de Aisén permanecía al margen de la acción del Estado. Sus difíciles condiciones geográficas constituyeron una valla para su temprana incorporación. Por ello, sólo a comienzos del siglo xx se comenzó a valorar Aisén, cuando capitalistas magallánicos vieron la posibilidad de ampliar sus actividades económicas en dicha región. La incorporación de Aisén a la vida nacional rompe con los marcos que caracterizaron el proceso de ocupación e integración de otras regiones del país. La singularidad del asentamiento de su población está dada por la existencia de dos formas radicalmente opuestas de ocupación: la de las compañías colonizadoras, a las cuales el Estado otorgó grandes concesiones de tierras, y la de los pobladores libres, quienes, sin reconocimiento y auxilio oficial alguno, regresaban desde Argentina para instalarse en «campos sin dueños», como llaman a las tierras fiscales. Cada grupo otorga a la colonización de la región características distintas. |