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Diversos factores como desplazamiento forzado por pobreza, crimen organizado, megaminería, violencia, desastres naturales, falta de oportunidades laborales, entre otros, originan la movilidad de mujeres hacia lugares catalogados como “grandiosos y prósperos”, donde los sueños pueden hacerse realidad (Reyes-Velarde, 2022). Pero en esos lugares existen espacios de excepción —cuarto mundo (Wresinski, 1987)—. En él viven los pobres, los excluidos, muchos de ellos, migrantes irregulares. Al respecto, Falomir los cataloga como: “parias que no han sido expulsados de la sociedad del bienestar, sino que ocupan los márgenes de ésta; seres invisibles que habitan no lugares - la calle, los aeropuertos, las estaciones de tren, los hospicios, etc.-”, cuyas vidas son detentadas por el necropoder (Mbembe, 2011). En estas zonas distópicas para las mujeres migrantes se violan de manera sistemática sus derechos humanos y están sujetas a múltiples violencias, incluyendo la más extrema: el feminicidio. Hace algunos años, Valencia advertía que el capitalismo extremo estaba próximo a instaurarse en centros neurálgicos de poder conocidos como “primer mundo” (2012). Así, a partir de los estudios críticos, este artículo desarrollado con una metodología cualitativa y una revisión documental especializada, provee un análisis de las siguientes interrogantes: ¿por qué son útiles las mujeres migrantes irregulares para el necrocapitalismo? ¿Cómo se gestiona la muerte real o simbólica — necrogestión — de las mujeres migrantes en el cuarto mundo que existe en San Diego, California? Este trabajo conlleva examinar los intereses subrepticios del modelo capitalista actual y tangencialmente las implicaciones en la sociedad receptora. |