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Este artículo intenta disipar con un soplo de aire fresco conceptual la densa neblina terminológica que todavía envuelve las discusiones sobre los diferentes tipos de “derecha” contemporánea en los medios de comunicación y en las redes sociales y que también oscurece los análisis sobre el “populismo” planteados en algunos estudios académicos especializados. En primer lugar, hace hincapié en la ya convencional distinción de tipos-ideales entre el fascismo como forma revolucionaria de ultranacionalismo, y la derecha radical, que engloba formas antiliberales de “populismo de derechas”, como fuerza no revolucionaria. A continuación, enfatiza cómo el “giro metapolítico” en la Nueva Derecha ha permitido que variantes aparentemente no fascistas, no racistas y no violentas del ultranacionalismo tengan un gran impacto en la “derecha radical populista” en sus llamamientos a una “identidad” restaurada y sus conjeturas sobre un “pueblo” étnicamente diferenciado. Esta evolución ha permitido que el populismo radical sirva a los neofascistas “entristas” como vehículo para infiltrarse en la política democrática, ya sea mediante alianzas o formando facciones extremistas encubiertas dentro de los movimientos populistas. Lo que se desprende aquí es un conjunto de premisas para analizar la sutil relación entre el fascismo y el populismo democrático iliberal en movimientos como el español Vox con un nivel de consistencia y sofisticación taxonómica. La “moraleja” es que el populismo radical de derechas no debe equipararse al fascismo, aunque comparta con él membranas porosas tanto históricamente como en sus permutaciones de posguerra. Estas membranas le permiten actuar como medio para infiltrar al fascismo y dar cabida a un electorado fascista que si no estaría “desamparado”: de esta manera, tanto el populismo como el fascismo contaminan la “democracia liberal”. |