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Después de poco más de cinco años de luchar contra la Intervención Francesa, el emperador Maximiliano de Habsburgo finalmente fue derrotado y fusilado en las medianas del Cerro de las Campanas en Querétaro en 1867. La República volvió triunfante, y sus artífices comenzaban a vislumbrar nuevas posiciones de poder. Tal fue el caso del general Porfirio Díaz, quien, sintiéndose merecedor del triunfo, más que el presidente Benito Juárez, vio en la fotografía la posibilidad de propagar su imagen entre la gente y así ganar adeptos en la futura contienda electoral. El general oaxaqueño recurrió a los servicios de los fotógrafos más afamados del momento, como el francés François Aubert, quien correspondió con gusto a la solicitud. El presente trabajo tiene la finalidad de analizar el contexto histórico en el que Díaz acudió a los estudios para retratarse. Se explora, además, la actividad de Aubert como fotógrafo en México, su paso por la corte de Maximiliano, el viaje a Querétaro para documentar la caída del imperio y su regreso a la capital para testimoniar la entrada de Juárez y ponerse al servicio de Porfirio Díaz. |