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Este artículo analiza las glosas que sobre María de la Antigua hicieron los mercedarios, los franciscanos y los jesuitas, destacando la instrumentalización de su imagen de ejemplaridad femenina. Los mercedarios rastrearon la primera visión de esta monja a través del texto biográfico y hagiográfico Vida exemplar, escrito por Andrés de San Agustín, publicado en 1675, en el que se destacan sus virtudes: castidad, caridad, humildad, amor a la salvación de las almas, así como sus dotes literarias. La publicación generó recelos por parte de la orden franciscana, que, tres años después, apoyó la edición del texto Desengaño de religiosos y de almas que tratan de la virtud de sor María y defendió su ortodoxia mística y visionaria. Los jesuitas promovieron una nueva edición de la obra de ella, en Barcelona, en 1697, politizando su figura como un icono de la monarquía de los Habsburgo, en el marco de las invasiones de Cataluña por la Francia de Luis XIV y los inicios de la Ilustración. |