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Desde los primeros años de su existencia, la fotografía y el cine han estado relacionados con las revoluciones, como podemos comprobar en los clichés de la Comuna de París o en las actualidades fílmicas de la Revolución Rusa. Al mismo tiempo que revolucionaban los modos de representación y nuestra percepción de la realidad, ambos medios supieron como ningún otro representar las revoluciones humanas, captar sus fulguraciones para convertirse en su testigo, cuando no en su estandarte, así como, mediante la ficción, adaptarlas a los gustos y a las ideas del día. En este número de FOTOCINEMA nos interesamos por las distintas relaciones que se producen entre el acontecimiento revolucionario y las imágenes fílmicas y fotográficas. ¿Qué entendemos por "acontecimiento revolucionario"? ¿Qué tienen en común las revoluciones rusa, mexicana o cubana y "el Mayo del 68", el 15-M o la "Semana Trágica"?, ¿no cabría diferenciar las que produjeron cambios radicales en la organización política, social y económica de las sociedades, de las que fracasaron, algunas aplastadas de manera sangrienta? Convendría seguramente distinguir entre la insurrección, el levantamiento, la rebelión y la revolución propiamente dicha, pero son distinciones que se establecen a partir de los resultados. Cualquier insurrección alberga el germen de una revolución y nadie sabe nunca cuál será el factor desencadenante ni las conjunciones que la favorecerán. Por eso no hemos excluido las "revoluciones vencidas" (Traverso, 2017), ni los movimientos pacíficos portadores de nuevos proyectos radicales de sociedad. Por supuesto, todas las insurrecciones no proceden de un proyecto revolucionario, pero algunos levantamientos poseen esa ambición y la conservan por más que fracasen. De la misma manera, numerosas revueltas aisladas han dado lugar a evoluciones emancipadoras. |