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El río Grande de la Magdalena recorre toda la costa norte hasta el centro del país, ha sido testigo de rutas de viaje, senderos, caminos míticos e innumerables transformaciones que han hecho de este río, hoy llamado Magdalena, el principal afluente o vía de inspiración sobre el cual se han escrito y narrado las mejores páginas de Colombia. Ha sido testigo del paso de los primeros pobladores, ya que, desde sus primeros tramos y riveras, el río contribuyó a que los inmigrantes provenientes de los grupos Karib (al tratar de huir de los fríos inclementes de las glaciaciones), desarrollaran la horticultura hasta llegar a constituir un nuevo hábitat centrado en el culto al maíz y a la Madre Tierra. El río fue epicentro de innumerables transformaciones e historias de viaje evidenciadas en diversas páginas de cronistas e historiadores que, en su afán por recorrerlo, terminaron forzando la historia hasta cambiar su nombre. El cauce del río posee una carga mítica digna de ensoñación que induce a resignificar no solo el rigor de su historia, sino también a explorar las diversas significaciones que han hecho parte de la génesis vivencial de sus antiguos y actuales moradores. Los conquistadores, al seguir su cauce, lo asumieron bajo el espejismo de encontrar el famoso Dorado, interpretándole como la vía más corta y segura para llegar al Perú. Tanto los Caribes como los Españoles, lo utilizaron como vía o centro de penetración, arteria fluvial que proporcionó las condiciones necesarias para incurrir cerca de él hasta llegar a establecer diversos asentamientos rivereños, y a su vez, para que el conquistador acentuara la ruta necesaria que lo llevaría a fundar pueblos, villas y ciudades fronterizas, tomando como referente innumerables páramos y riveras que con el trascurrir del tiempo entrarían a formar parte del hábitat del español, del negro, e incluso, del hombre mestizo.Los nativos llamaron al río de diferentes maneras. En el Bajo Magdalena fue conocido como Caripuya o Karacalí, que significa río Grande o de agua Grande, en el Magdalena Medio fue conocido como Yuma llamado así por los nativos Gualies, Guaironas, Colimas, Panches, Sutanaos y algunos grupos Pijaos del Valle centra. También fue llamado Arli, vocablo de origen Tahamí, que significa Río del pez o Río del Boca chico. En las partes altas donde se acentuaron los Yanaconas, Pijaos y sus antecesores artífices de la cultura selvática tropical agustiniana, el río fue llamado Huanca-hayo (Huancayo) o Wuakakaya que en sentido literal significa Río de las Tumbas.Según Faust (2004), “el río cambió de nombre cuando la voz del conquistador empezó a dominar las tierras [...] En realidad tenía muchos nombres; entre ellos: Guacamayu que en quechua tiene un significado muy especial: Mayu significa Río” (p. 41), en cambio, según este autor, el significado de Guaca es difícil de explicar, pues “Guaca es más que un simple entierro precolombino, es todo lo sobresaliente, todo lo que está fuera de lo común, lo que está cargado de poderes excepcionales [...]” (Faust, 2004, p. 41). Término que sirve de unión entre lo sagrado, lo profano, lo de arriba, lo de abajo, lo controlable y lo incontrolable. “[...] El Magdalena es de veras un Guacamayo [...]”, es decir, “[...] un río fuera de lo común, sus aguas son fascinantes, pero también tienen fama de ser peligrosas y asesinas, es un río peligrosamente sagrado [...]” (Faust, 2004, p. 42). Dicho lo anterior, se puede afirmar que el río posee la fuerza, los poderes, los colores del sincretismo y la voz de la aculturación, revela una doble connotación impuesta de condición de selva virgen ya explorada: “Magdalena” la santa prostituta que acompañó a Jesús en los momentos más difíciles. El río antes de llamarse Magdalena, fue considerado como el eje ordenador de diversos grupos precolombinos que al vivir cerca de él, terminaron asumiéndole como principio generador de su cultura y cosmovisión.Este ensayo busca que el lector emprenda un viaje retórico sobre el río Grande de la Magdalena mediante tres capítulos estructurados en historias de agua y relatos de viaje. Tal como se aprecia en el primer capítulo del libro, siguiendo los caminos del agua el autor da su perspectiva acerca la leyenda del “Dorado”, de manera que formula y resuelve uno de los mayores problemas e interrogantes aquí planteados: ¿En realidad existió una ciudad oculta bañada en oro? El segundo capítulo, muestra la importancia que tuvo el río en el proceso de Conquista, poblamiento y consolidación del territorio colombiano. Por último, en el tercer capítulo se concluye en forma implícita el ensayo, dando a conocer las similitudes entre las diferentes leyes de origen y mitos ordenadores que rige a los habitantes que viven cerca de la región del Alto Magdalena. De este modo, se utiliza como recurso la metáfora del “Gran Guacamayo” en miras de acoger las diversas significaciones culturales provenientes de su etimología o toponimia original, generando así un giro de transliteración, para dar cuenta al final del libro que el río termina convirtiéndose en centro de ensoñación de muchas culturas precolombinas, tal como proponen los estudios estructurales y antropológicos de la Imaginación Simbólica de Durand (1979), heredero de su maestro Bachelard (1942) autor que asume el agua como centro o vehículo de la ensoñación precientífica. El río nace desde sus primeros tramos o concepciones toponímicas, adquiere fuerza y sentido desde lo precientífico hasta acentuar su cauce en el significado real y autóctono que le brindaban las diversas culturas precolombinas que al vivir cerca de este, terminan asumiéndolo como principio generador de todo: “Primero fue la tierra y junto a ella estaba el agua” (Dagua et al., 1998, pp. 19-20). En ese sentido, los Guámbianos consideran que “[...] El agua proviene de los páramos, y también de los barriales, llamados también pikap o ciénagas que como ojos de agua son los que hacen el centro, pues es a través del centro en donde surge la transformación, se reparte todo y se vuelven a juntar las aguas” (Dagua et al., 1998, pp.19-20).La tradición oral afirma que en los ríos moran los espíritus de las aguas y sobre estos caen los colores del arco iris que provienen de los páramos; tal como consideran los Pijaos al afirmar que el arcoíris ayuda a trasladar los peces y el agua de un lugar a otro y, desde otra concepción, los Guámbianos dicen que el aroiris ayuda a encerrar las aguas y también a que el río no salga de las lagunas: todo sale del centro, de allí nace la dirección que es todo, el río es el eje de las sabanas y de las cordilleras. |