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En los centros urbanos altamente segregados de Brasil, la ubicación geográfica es conocida por su poder de ejemplificar la posición de clase. Basándome en compromisos etnográficos a largo plazo con beneficiarios de viviendas de la ahora renovada Minha Casa Minha Vida de Brasil, sostengo que, después de la mudanza, los propietarios activan los recuerdos de las colinas para crear nuevas geografías que desafían los isomorfismos bien definidos de clase y espacio. A medida que los pobres en ascenso pasaron de los asentamientos informales periurbanos a los entornos urbanos de clase media, las cualidades materiales y sensoriales de las colinas se filtraron en el entorno de los proyectos construidos de formas inesperadas. Sin embargo, los propietarios también se involucran en nuevas prácticas de infraestructura que desafían las comprensiones fijas de la subjetividad y la distinción de clase, un proceso de creación de clase media al que me refiero como "condominización de abajo hacia arriba". Al poner en primer plano los aspectos materiales y sensoriales de la ciudadanía socioeconómica en el contexto de ruinas del posneoliberalismo, presto atención a la inestabilidad y la ambivalencia de las formaciones de clase media. En lugar de un identificador objetivo para la estratificación social, la clase media posneoliberal se define mejor a través de sus cualidades espectrales y fugaces, es decir, como un "sensorio de clase media".; In Brazil’s highly segregated urban centers, geographic location is known for its power to instantiate class positionality. Drawing on long term ethnographic engagements with housing beneficiaries of Brazil’s now revamped Minha Casa Minha Vida, I argue that, in the aftermath of the move, first-time homeowners activate remembrances of the hills (the slums where they lived before) to craft novel classed geographies which defy clearcut isomorphisms of class and space. As the once-rising-poor transitioned from peri-urban informal settlements to middle-class urban environments, the material and sensuous qualities of the hills leaked onto the built environment of the projects in unexpected ways. Yet first-time homeowners also engage in new infrastructural practices that challenge fixed understandings of class subjectivity and distinction-a middle-class-making process I refer to as “bottom-up condominization”-. By foregrounding the sensuous and material aspects of socioeconomic membership in the ruins of post-neoliberalism, I attend to the instability and unruliness of middle-class formations. Rather than an objective identifier for social stratification, the post-neoliberal middle class is best defined through its spectral and fleeting qualities -that is, as a “middle class sensorial”-. |