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En un país tradicionalmente agrario, y a pesar de su paulatino decrecimiento porcentual a nivel nacional, el campesinado constituye todavía hoy un amplio sector poblacional en Paraguay, siendo además uno de los sectores sociales más afectados negativamente por las transformaciones que se han dado desde los años noventa en el país, debido a la mecanización de la economía agraria (sobre todo del monocultivo), y por la modernización económica, que se desarrollaron principalmente desde perspectivas neoliberales que pusieron escasa atención en los problemas del ámbito rural y de quienes vivían del trabajo agrícola. La consecuencia fue un empobrecimiento continuado del sector campesino, debido principalmente a su limitado acceso a la propiedad de la tierra, a su pérdida de competitividad en relación con los grandes latifundios del negocio agroindustrial, y a la dificultad para financiarse y modernizar su economía. Al mismo tiempo, el ámbito rural aún constituye en Paraguay un espacio donde el alcance de los servicios básicos del Estado es mucho menor. Por su parte, los partidos tradicionales —que por largo tiempo habían cooptado el control del campesinado mediante tácticas clientelares— dejaron de responder en las nuevas circunstancias, aumentando con ello la desigualdad entre el campesinado y otros sectores socioeconómicos, lo que se traduciría en conflictos recurrentes, y derivó en una mayor presencia del movimiento campesino organizado en la política nacional. El campesinado adquirió un papel más independiente, con una agenda propia y una creciente conciencia comunitaria con necesidades y derechos insatisfechos por el naciente régimen democrático paraguayo. El trabajo analiza el desarrollo político del movimiento campesino paraguayo en las tres últimas décadas (1989-2019) y los conflictos generados a raíz de esta mayor movilización, que se dio como respuesta a la percepción de desigualdad del sector con relación al resto del país |