Popis: |
La condición periférica y la escasa industrialización del levante sur lastraron la recepción de la modernidad en la provincia de Murcia que, hasta bien entrado el siglo XX, fue más bien refractaria a cualquier novedad. No obstante, a principios de 1960, se abrió, por fin, un breve e ilusionante periodo cuando varios maestros de la arquitectura española desembarcaron en sus costas para trabajar en el desarrollo turístico de un litoral virgen y lleno de oportunidades. Entre ellos, Antoni Bonet, recibió en 1961 el encargo de urbanizar La Manga del Mar Menor, para la que propuso un plan de ordenación heredero tanto de los modelos lecorbusieranos como de sus experiencias más recientes con la escala y el paisaje latinoamericanos. En La Manga, la ausencia de referentes construidos y las excepcionalidad de lugar, favorecieron el idealismo de una propuesta que, sin embargo, se adaptaba a los rasgos físicos del medio, dotándolo de cualidades para ser habitado. Precisamente, la voluntad de preservar los valores naturales del paisaje, indujo a Bonet a plantear una ocupación discontinua de esta lengua de dunas, concentrando la edificación en unidades compactas de viviendas y equipamientos, presididas por una torre y repetidas, aproximadamente, cada 1,2 km a lo largo de un eje vertebrador. A pesar de que la prisa de los promotores por obtener beneficios económicos frustró la esencia del plan, Bonet construyó una serie de conjuntos memorables, como los Apartamentos Malaret, el Conjunto Hexagonal, o el edificio Babilonia, que comparten una misma voluntad de responder a su lectura original del territorio. Entre ellas, conviene reparar en el Club Náutico Dos Mares (1963-68), una obra sobre la que apenas se ha escrito y cuya singularidad exige completar la tarea de documentación iniciada por la Fundación DOCOMOMO Ibérico con un nuevo trabajo de campo y de análisis a partir del valioso material inédito conservado en el archivo del arquitecto. Emplazado en una bahía protegida por una de las islas del Mar Menor, el edificio se abre a una explanada ligeramente elevada sobre el nivel de esta laguna. En una cuidada secuencia de recorridos por diferentes cotas, desde el aparcamiento hasta el muelle, una escalera desciende hasta el vestíbulo que da paso a un salón para socios. Éste se comunica directamente con un área de juegos, el bar y un restaurante al aire libre. En otra terraza algo más baja, dos paraguas de hormigón armado de 6 metros de vuelo garantizan un espacio de sombra durante el día, a la vez que permiten acotar, resguardado del viento de levante, un recinto para eventos nocturnos. Todos los ambientes del club están unificados visualmente por una cubierta plana que sostienen esbeltos pilares metálicos organizados en una rigurosa trama modular. La horizontalidad de esta cubierta blanca, en contraste con el perfil sinuoso de los montes lejanos, y el contrapunto de los expresivos paraguas de hormigón, contribuyen a enmarcar las extraordinarias vistas de aquel Mar Menor que Bonet quiso incorporar a todos los espacios del edificio, invitando así al disfrute sensorial de un paraje perturbador. |