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A lo largo del siglo XIX, el modelo en el que se basaba el derecho francés de la filiación era el del matrimonio, institución a partir de la cual se establecía el parentesco legítimo. La presunción de paternidad permitía, de ese modo, vincular automáticamente al marido a todos los niños de su cónyuge. Contrariamente al paradigma “masculinista” del derecho romano en el que el Pater familias podía rechazar a su progenitura, el derecho napoleónico obligaba al marido a asumir los hijos que su legítima esposa traía al mundo. Incluso la acción de investigación de la paternidad estaba prohibida (antiguo artículo 340 del código civil), así como el establecimiento de un vínculo de filiación respecto de los hijos nacidos del adulterio y del incesto que no podían beneficiarse de derecho alguno ni siquiera de alimentos, como gozaban los llamados bastardos en el derecho del Antiguo Régimen. Napoleón consideraba que “la sociedad no tiene interés alguno en que sean reconocidos los hijos bastardos”. Sin embargo, es necesario matizar la afirmación del emperador ya que, de facto, la presunción de paternidad permitía recubrir de un velo de legitimidad a muchos de tales hijos. |