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En 1978, Monique Wittig afirmó que las lesbianas no son mujeres y, en este ensayo, las autoras plantean que las gordas tampoco lo son. El activismo gordo se apartó de ciertos movimientos del feminismo de la segunda ola al proponer la emancipación de «la gordura» —en general concebida como transtorno— de significados cómplices del orden social. Los estudios de las gorduras se afianzaron en Estados Unidos, sobre todo a partir del siglo xxi, como respuesta a la rápida expansión del discurso de «la obesidad». ¿Qué puede decirse ahora sobre el género de la gordofobia? Las autoras reflexionan sobre la condición queer del pensamiento gordo, es decir, sobre su peculiar capacidad para exhibir y desafiar la estructuración de los procesos sociales a través de una oposición jerárquica entre «masculino» y «femenino». Decir que las gordas no son mujeres significa decir que la gordura, en tanto pensamiento, pone en cuestión ese principio organizador de la vida social y rompe cualquier mandato de género. |