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Es sabido que, a pesar de las mejoras que tuvieron lugar en los últimos años, las exportaciones de varios países de América Latina y el Caribe aún se encuentran por debajo de su potencial y de lo que cabría esperar en función de sus niveles de desarrollo. Lo mismo sucede con el grado de diversificación de sus exportaciones (Blyde et al., 2014). Asimismo, su participación en las cadenas globales de valor también parece ser relativamente limitada (Blyde y Volpe Martincus, 2011). Esto es importante, y potencialmente en gran medida, a los efectos de las perspectivas económicas de los países. Bajos niveles de apertura y diversificación pueden ser costosos en términos de crecimiento económico. Una participación limitada en las cadenas globales de valor puede tener consecuencias similares, en virtud de que restringe el acceso a los flujos internacionales de conocimiento y tecnología, lo cual reduce el potencial de aprendizaje y de aumento de la productividad de las empresas locales (véanse, por ejemplo, Brainard y Cooper, 1968; Frankel y Romer, 1999).1. Asimismo, la mayor disponibilidad de datos de exportaciones a nivel de empresa en los últimos años ha permitido saber que el comercio de América Latina y el Caribe, al igual que el de muchos otros países del mundo, está impulsado primordialmente por grandes exportadores que comercializan múltiples productos en múltiples destinos y que representan un porcentaje muy pequeño del número total de exportadores directos. De acuerdo con datos recientes, las exportaciones de muchas economías de América Latina y el Caribe se concentran en apenas el percentil superior de sus exportadores (Volpe Martincus y Graziano, 2013) ... |