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La esquizofrenia es una enfermedad que sufre cerca del 1% de la población mundial y es devastadora en todos los dominios de la vida. Los pacientes disocian la realidad de lo que no lo es, además de sufrir una gran variedad de síntomas divididos en 3 categorías: positivos, negativos y cognitivos. Hay una enfermedad, pero no un único paciente, cada uno es diferente, incluso la misma persona puede variar drásticamente de una fase a otra y con el trascurso del tiempo debido a que generalmente es crónica y con mal pronóstico. En psiquiatría no existen pruebas analíticas objetivas que ayuden a acertar en el diagnóstico y mucho menos biomarcadores que predigan la eficacia terapéutica. Las personas con esquizofrenia no se recuperan en la mayoría de los casos y sufren continuamente cambios en la medicación, básicamente antipsicóticos que modulan las funciones de los receptores de dopamina, entre otros receptores cerebrales. Los efectos secundarios del tratamiento antipsicótico para la esquizofrenia pueden llegar a ser mortales si no se detectan y minimizan a tiempo. Estos receptores de dopamina son los principales de la teoría dopaminérgica de la esquizofrenia. Una de las teorías más aceptadas desde hace más de 50 años en la que se intenta explicar el origen de la enfermedad y con ello la fisiopatología de los síntomas manifiestos. Los síntomas psicóticos parecen derivarse de una desregulación en la neurotransmisión de la dopamina cerebral, comenzando en una elevada dopamina mesolímbica que generaría vías dopaminérgicas con demasiada actividad y otras con funciones disminuidas. Un cóctel que influiría en alucinaciones, delirios, afecto embotado y alteraciones cognitivas, entre otros síntomas. Los antipsicóticos intentan corregir esta alteración dopaminérgica actuando sobre los receptores de dopamina con distintas afinidades de unión que no sólo se encuentran en el cerebro, sino en la periferia como en las células mononucleares de la sangre. Estas células de muy fácil acceso y con una técnica nada invasiva, expresan en su membrana los receptores de dopamina. Los antipsicóticos uniéndose a los receptores con su gran variedad de afinidades, dan como resultado una mejoría sintomática principalmente del dominio positivo, aunque no en todos los pacientes. Los receptores de dopamina periféricos responden al tratamiento antipsicótico administrado y podrían servir de gran ayuda en la práctica clínica rutinaria para realizar monitorizaciones a los pacientes con el fin de predecir en las primeras semanas desde el inicio de la prescripción antipsicótica una falta de respuesta terapéutica posterior y así con ello modificar anticipadamente la medicación y el ajuste de la dosis antes de que produzca efectos secundarios dañinos. La utilización clínica de la monitorización de los receptores de dopamina periféricos como prueba biológica objetiva y eficaz puede beneficiar profundamente a los pacientes y a su entorno a llevar una mejor calidad de vida con esta enfermedad. |