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La universidad, en este cambio de época que estamos viviendo, juega un papel clave dado el vertiginoso desarrollo del conocimiento y su temprana obsolescencia, de ahí que, el aprendizaje debe ser permanente, para de esa manera enfrentar las incertidumbres racionales del presente y la complejidad de este sistema mundo, que permita responder a esa complejidad que la universidad, bien posicionada de su encargo social, puede transformar. El enfrentar las incertidumbres, el tener una mirada visionaria, implica preguntarse ¿Qué universidad tenemos que imaginar y construir para el futuro? Es una reflexión que la comunidad universitaria debe realizar con mucha responsabilidad; para de esa manera, encontrar respuestas pertinentes que posicionen a la universidad en este siglo XXI, como una institución que como bien público, debe dar un invaluable aporte a la sociedad. Un siglo XXI centrado en el ser humano, es un compromiso insoslayable que la universidad debe refrendar; de ahí que la relación entre lo humano y lo científico, debe ser dialéctico. También la forja de profesionales, desde la máxima Casa de Estudios, debe estar impregnada de valores y educación emocional, dos ejes que se complementarían con la docencia, la extensión y la investigación, convirtiéndose esta última en el quehacer pedagógico de la universidad. En el Bicentenario de la Independencia de Centroamérica, lema de nuestra universidad en este 2021, el espíritu de Rubén Darío y Leonel Rugama, son guías del quehacer universitario en los campos de las letras, del compromiso revolucionario y del sentido de patria y de nación. |